Cada nave espacial tiene una voz; una melodía de maquinaria y subsistemas que su tripulación aprende íntimamente durante los viajes largos. El problema es que, desde la última misión, nuestra nave suena MAL. Hay algo asqueroso en la forma en que nos habla. Murmullos apenas audibles. Extraños susurros que ninguna máquina podría emitir. Los pasillos oscuros y las amplias salas casi parecen CANTAR.
Algunos de nosotros hemos intentado localizar las fuentes de estas interferencias, pero siempre parecían estar dos pasos por delante. Acosados por su presencia interminable, pronto empezamos a resquebrajarnos. Nuestro ingeniero ha grabado algunas palabras en su carne. Cuando le preguntamos por qué, respondió: "Los secretos incandescentes deben escribirse con sangre". Luego, nuestra navegante realizó un paseo espacial sin su traje. Cuando la detuvimos, con toda la cara congelada y agrietada, sonrió de una manera que nunca olvidaré.
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